Abstract
La filosofía de la ciencia dominante en el siglo XX ha sido de carácter eminentemente empirista, tal el caso paradigmático ofrecido por el positivismo lógico. Muchas de las críticas que recibió este modelo de filosofía de la ciencia partieron del rechazo a un modo de concebir
el empirismo y de la búsqueda de uno más legítimo que cumpliera fielmente con los objetivos propuestos. A modo de ejemplo, podemos citar las críticas de Popper al método inductivo por no considerarlo genuinamente empírico [1962, 45], las de Feyerabend [1983, 279] y su defensa del pluralismo teórico en clara oposición al empirismo "radical" de cuño positivista, o las
realizadas por Quine en su célebre artículo "Dos dogmas del empirismo" [1953] .