Abstract
La imagen dominante de la filosofía a lo largo de la Modernidad ha sido la de una actividad que tiene como principal foco de discusión cuestiones de índole epistemológica, es decir, cuestiones vinculadas con el conocimiento y con aquello que puede ser tenido como base o fundamento legítimo de dicho conocimiento. En este marco, la idea de confrontación se torna central, ya que es mediante la confrontación con algo que no sea conocimiento (el mundo, los inputs sensoriales, las representaciones mentales, etc.), pero que pueda actuar como garantía de este, que el intento de hallar fundamentos epistémicos adquiere sentido.