Abstract
En el siglo VI antes de nuestra era, en las ciudades griegas del Asia Menor, la tradición occidental de la filosofía y la ciencia localiza su nacimiento. Hasta muy entrado el siglo XX, las versiones que se brindaban sobre este hecho pueden calificarse de etnocéntricas: era la peculiaridad del espíritu griego, su genio excepcional, lo que se presumía había permitido descubrir la vía de la razón. En la explicación etnocéntrica del nacimiento de la filosofía y la ciencia europeas, éste se trataba como un acontecimiento decisivo, un comienzo absoluto que elevaba la inteligencia del pueblo griego, su excepcional espíritu de observación y el poder de su razonamiento, por encima al de otros pueblos.