Abstract
Desde su instalación en el asiento urbano de Córdoba, los jesuitas conciben sus construcciones en el marco del “modus noster”, impregnados de la espiritualidad de la Orden, adaptados a los requerimientos funcionales de cada espacio, atentos a la estructura social local, y conscientes de los recursos materiales disponibles.
La arquitectura, las imágenes y las palabras actúan como catalizador del escopo de la Compañía de Jesús, que es alcanzar la salvación y perfección del ánima propia y la de los prójimos. Conjugados en una criptografía ignaciana, los aspectos materiales de cada espacio sagrado dirigen sus mensajes al alma de cada individuo, apoyados por la eficaz elocuencia del discurso.