dc.description.abstract | Entre mayo y agosto de 1927, Mário de Andrade viaja al Norte de Brasil, en una "excursión al rio Amazonas", como la titulará el Diario Nacional al entrevistarlo a su regreso. Durante ese viaje, el autor asegura haberse limitado a esbozar algunas notas que más adelante tomarán cuerpo en un libro de viajes: "O Turista Aprendiz". Nada menciona por entonces sobre las fotografías tomadas durante los casi tres meses de itinerario "por el río Amazonas hasta Perú, por el Madeira hasta Bolivia y por Marajó hasta decir basta". Mucho se ha dicho sobre la condición de esas notas que, organizadas por el autor hacia 1943, serían editadas póstumamente como un diario de viaje, "Nesse gênero híbrido ou de fronteira" (Ancona, 2015: 33) que es a la vez crónica y narrativa de viajes. Sin embargo, es en la tensión (y no -únicamente- en la fusión, síntesis o complemento) entre esas anotaciones (reescritas y corregidas varias veces, como puede verse en las versiones dactilográficas) y las fotografías (que permanecieron como archivo personal, sin indicio de que debieran incluirse en el libro) que se expresa lo que denomino un proceso de inscripción de la mirada, que se aproxima mucho más de un uso y apropiación documental que en la palabra. Ahora bien esa apropiación documental no implica un testimonio objetivable sino, justamente, la posibilidad de dar a ver y hacer aparecer una experiencia. Es, de alguna manera, analizar entre la escritura y las fotografías, aquello que Benjamin denominó una relación crítica entre palabras e imágenes. Esa perturbación recíproca, a su vez, puede entenderse como la puesta en acción de una inversión que hace hablar a las imágenes: si los periódicos de la época (como el Diario Nacional en que Mário de Andrade escribía) construyen, por un lado, una imagen de una Amazonía fantasma y misteriosa (en cuyas "fauces" desaparecen exploradores como Fawcett) y, por otro, al indio como un espectro, un "muerto vivo" o una "aparición misteriosa", durante su viaje Mario de Andrade presenta, entre muchos tipos diferentes de fotografías, a los "tapuias" en su rostridad y en su dolor (esa "dor miúda" que se menciona en 22 de julio), en su presencia y cuerpo y, contrariamente, a los fantasmas del progreso en las ruinas dejadas por la "civilización" que aparecen como fantasmagorías, ilusiones o miragens en fotografías de paisajes vacíos. Es esa mirada inscripta ópticamente la que inquieta y, quizás, produce al enmarcarlas (Butler) un efecto de vidas reales.Ese proceso de inscripción de la mirada se nos ofrece como "el Amazonas que yo vi", en las imágenes fotográficas y, asimismo, en esas otras imágenes-palabras, algunas metáforas que se dispersan entre las anotaciones. La relación entre ambas no es de complementariedad, de ilustración, sino de ironía crítica, en algunos casos, y de tensión no sintética en otros. La legibilidad de las imágenes implica no sólo que éstas convocan a la palabra para describirlas o darles sentido, sino que "las imágenes son capaces de conferir a las palabras mismas su legibilidad inadvertida" (Didi-Huberman, 2014: 17). | es |