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dc.contributor.authorRousseau, Jean-Jacques
dc.contributor.authorTraducción de Poyrazian, María Teresa
dc.contributor.authorIntroducción de Vera, Daniel
dc.date.accessioned2013-11-15T15:51:35Z
dc.date.available2013-11-15T15:51:35Z
dc.date.issued2008-07-01
dc.identifier.isbn978-987-1432-16-5
dc.identifier.urihttp://hdl.handle.net/11086/1144
dc.descriptionÍndice Prólogo CAPÍTULO I. De los diversos medios de comunicar nuestros pensamientos CAPÍTULO II. De cómo la primera invención del habla no proviene de las necesidades sino de las pasiones CAPÍTULO III. De cómo el primer lenguaje debió ser figurado CAPÍTULO IV. De los caracteres distintivos de la primera lengua y de los cambios que debió experimentar CAPÍTULO V. De la escritura CAPÍTULO VI. Sobre si Homero supo o no escribir CAPÍTULO VII. De la prosodia moderna CAPÍTULO VIII. Diferencia general y local en el origen de las lenguas CAPÍTULO IX. Formación de las lenguas meridionales CAPÍTULO X. Formación de las lenguas del norte CAPÍTULO XI. Reflexiones sobre esas diferencias CAPÍTULO XII. Origen de la música CAPÍTULO XIII. De la melodía CAPÍTULO XIV. De la armonía CAPÍTULO XV. De cómo nuestras más vivas sensaciones actúan con frecuencia movidas por impresiones morales CAPÍTULO XVI. Falsa analogía entre los colores y los sonidos CAPÍTULO XVII. Error de los músicos que es perjudicial para su arte CAPÍTULO XVIII. De cómo el sistema musical de los griegos no tiene ninguna relación con el nuestro CAPÍTULO XIX. De cómo degeneró la música CAPÍTULO XX. Relación de las lenguas con los gobiernos Notas del traductores
dc.description.abstract"La invención del arte de comunicar nuestras ideas depende no tanto de los órganos que nos sirven para esta comunicación sino de una facultad inherente al hombre que le hace emplear sus órganos para ese uso, y que si careciera de ellos le haría emplear otros con el mismo fin. Dad al hombre una organización tan burda como queráis. Sin duda adquirirá menos ideas, pero con tal que tenga entre él y sus semejantes algún medio de comunicación por el cual uno pueda actuar y el otro sentir, llegarán a comunicarse la cantidad de ideas que posean. Los animales tienen, para esta comunicación, una organización más que suficiente pero nunca hacen uso de ella, lo que me parece una diferencia muy característica. No me cabe la menor duda de que los animales que trabajan y viven en comunidad, los castores, las hormigas, las abejas, tienen una lengua natural para comunicarse entre sí. También hay motivo para creer que la lengua de los castores y la de las hormigas consisten en el gesto y hablan solamente a los ojos. Sea como fuere, dado que todas estas lenguas son naturales, no pueden ser adquiridas. Los animales que las hablan las poseen al nacer, todos las poseen y en todas partes es la misma; no la cambian ni hacen el más mínimo progreso. La lengua convencional sólo pertenece al hombre y por eso éste hace progresos, ya sea para bien o para mal, al contrario de los animales. Esta única distinción parece llevarnos lejos: algunos pretenden explicarla por la diferencia de los órganos. Siento curiosidad por conocer esta explicación".es
dc.language.isospaes
dc.publisherEditorial UNCes
dc.rightsAtribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 Argentina*
dc.rights.urihttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/*
dc.subjectfilosofía, Emilio, melodía, lenguaes
dc.titleEnsayo sobre el origen de las lenguases
dc.title.alternativeEssai sur l'origine des langues, ou il est parlé de la mélodie et de l'imitation musicalees
dc.typebookes


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