Introducción.

En una conferencia leída en el mes de Agosto de 1943, en el salón de actos del Colegio nacional de Santiago del Estero, publicada en la Revista de la Junta de Estudios históricos, Nº II, Santiago del Estero, 1944 habíamos expresado en lineas generales como, a nuestro juicio, debe enfocarse el problema arqueológico y etnológico de esta provincia. En esa oportunidad decíamos que era necesario "discriminar" para llegar a un resultado práctico y, por ende, científico. Denominaciones especiales han sido creadas para las distintas culturas en todas partes, para definirlas, empleándose en lo que se refiere al continente sudamericano en algunos casos el nombre de los pueblos que los conquistadores europeos encontraron en el lugar o que les dieron arbitrariamente. Asi se creó, por ejemplo, en el Noroeste Argentino la cultura "diaguita-calchaquíy en Santiago del Estero, adaptado al lugar,

la "Civilización Chaco-Santiagueña". La primera denominación está formada por los nombres de dos pueblos que habitaban una determinada región, y muchos de los autores que la han estudiado, han tratado de "discriminar" y

han señalado algunos de los aportes que han permitido llegar a este producto, pero sin terminar el análisis. La aritmética nos enseña que cada producto se compone de dos o más factores. Corresponde al estudio de la documentación arqueológica, buscar y establecer estos factores y fijar, en lo que sea posible, el grado de influencia que cada uno ha tenido. Cada uno de ellos, así determinado, debe corresponder a la cultura de cierto pueblo lo que nos permitirá colocar jalones en el derrotero de las migraciones de todos los tiempos, y hasta cierto punto podría ser posible, establecer su cronología, para llegar, finalmente, a conocer las diversas corrientes sanguíneas que han contribuido a formar la actual población de la Argentina, excluyendo la influencia europea.

Respecto a la Civilización Chaco-Santiagueña, nada se ha hecho hasta ahora. El presente estudio tiende a ese fin. Los dos temas que habíamos propuesto a la Comisión Directiva del Centro Cultural Ojo de Agua forman los dos primeros capítulos de la III parte de este trabajo, en los cuales señalamos dos

tipos de alfarería bien definidos, su probable procedencia y los pueblos a cuya cultura corresponden. La comisión Directiva se ha decidido por el II. Capítulo, - Relaciones arqueológicas e históricas de Santiago del Estero con los pobladores de la cuenca del Paraná y Rio de la plata, que, como primicia, leeremos ante nuestro distinguido auditorio, donde podrán observar como ambos documentos se completan y se conforman.

Ojo de Agua, Septiembre 11 ce 1945.

Un segundo tipo, bien definido dentro del conjunto, constituyen las llamadas urnas con apéndices cónicos. Todas estas urnas son de fabricación tosca y la mayoría de forma ovoidal. Sin embargo, algunas tienen forma sub globular y hasta globular, común en las urnas de Santiago del Estero. En las de forma ovoidal, el cuello forma parte del mismo cuerpo, mientras en las otras éste ha sido fabricado a parte, es recto y con el borde doblado para afuera. Poseemos una sóla pieza que no conserva la regla general, pasta inferior y fabricación tosca, procedente del cementerio de Bajadita Norte. En este caso, la pasta es más fina e idéntica a otras urnas de diferente tipo del mismo paradero. Sin embargo, en este cementerio han aparecido también un buen número de urnas con apéndices cónicos que conservan todas las características de las de otras partes, además un sinnúmero de fragmentos con los cuales logramos reconstituir algunas urnas completas, y otras parcialmente, pero lo suficiente para, apreciar la pasta, la fabricación y la forma. Las pareces de la urna mencionada no tienen más que seis milímetros de espesor, además está pintada del lado interior con negro humo, particularidad de todas las urnas de este yacimiento. Generalmente, las urnas de apéndices cónicos están pintadas con negro de humo del lado exterior, aunque hay algunas que presentan esa pintura en ambas caras.

Una particularidad de este tipo de urnas es la poca preocupación en la selección de la materia prima, y aunque existe mejor material en la zona, siempre se ha tratado de reducir la plasticidad de la arcilla, agregando arena. Por consiguiente, las fracturas son siempre irregulares, y se observa en ellas la presencia de piedritas hasta de un milímetro de diámetro que se pueden separar con toda facilidad. La manifiesta inferioridad de la pasta ha sido seguramente el motivo que obligó a los alfareros a aumentar el espesor de las paredes que varía entre ocho y quince milímetros, conforme al tamaño de las vasijas. Otro razgo típico de estas urnas es la perfecta cocción; entre tantos fragmentos de urnas de esta clase que hemos examinado, no hemos encontrado ninguno que tuviese diferente color en la sección lo que, por otra parte, aparece muy amenudo en el corte transversal de alfarería mucho más fina. A pesar de la buena cocción, el material no ha adquirido la dureza y homogeneidad que destacan precisamente la mayoría de la cerámica santiagueña, sin duda, debido a la mala calidad de la pasta.

Las urnas de apéndices cónicos poseen, por regla, un amplio fondo plano, a veces liso, como si hubiera estado asentado sobre una tabla, otra

veces con estrías, indicadores del uso de una estera o algo parecido, pero también tosco, como si se hubiera iniciado la obra colocando el fondo simplemente en la tierra. En una de estas urnas, procedente del yacimiento de Quiroga, se observa un detalle particular que no conocemos en ninguna otra pieza. El fondo de esta urna, de primer intento, había sido construido de forma roma, sin aplastamiento alguno; luego, viendo la necesidad de darle estabilidad, han formado un fondo plano mediante la colocación de un anil de pasta que constituye la circunferencia y luego, aprovechando el mismo material, fué unido en la parte inferior con el cuerpo hasta desaparecer la punta roma. En este estado se la sometió a la cocción. El fondo así preparado tiene un diámetro reducido que no guarda la proporción general entre éste y el tamaño de la urna, que es además, la única pieza de este tipo que conocemos.

Una característica común a tocas estas urnas, es la falta de asas porque, a nuestro juicio, los apéndices cónicos no pueden considerarse como tales, en lo que coincidimos con Ambrosetti y los hermanos Wagner. Estos péndices son de forma muy variada: unas veces son simplemente cónicos, otras veces terminan en cabezas zoomorfas, y en una urna que hemos visto en el Museo Arqueológico de la provincia, forma el extremo una especie de disco con una pequeña elevación en el centro (pico de ave?). Los dos apéndices de la misma pieza rara vez son iguales; generalmente no coinciden ni en el tamaño, ni en la forma, como tampoco en la posición.

Como ya se mencionó anteriormente, la superficie exterior ce estas urnas está pintado en negro humo; donde esta pintura ha desaparecido o no ha existido, el material cocido presenta un color rojo pálido, que no se encuentra en la otra alfarería que con mayor abundancia ha aparecido en el mismo lugar.

Los hermanos Wagner han sido los primeros que han señalado la aparición de urnas con las características indicadas, las que procedían de la región del río Salado. (La Civilización Chaco-Santiagueña, tomo I., Buenos Aires, 1934, pp. 231,232,235-237 y Lam. XLVIIbis). Como se hizo notar antes, ellos rechazan la posibilidad de que los apéndices cónicos pueden ser apreciados como asas, y opinan que deben ser consideradas como representaciones totémicas. No es nada difícil que sea así, ya que nos parece que existe otro factor que podría contribuir a robustecer esta opinión. A nuestro modo de ver, constituye este factor la llamada alfarería gruesa. En una monografía anterior tratamos el tópico aludido, (Santiago

del Estero, 1945); en el último apartado de este trabajo nos referimos a las urnas con apéndices cónicos y señalamos, que por diversas razones podrían ser consideradas como del mismo origen de la alfarería gruesa. Para ambas formas se puede establecer igual zona de dispersión e idéntica escala de evolución. En el Este (Chaco Santiagueño y río Salado) se nota una gran similitud con las piezas del Paraná en lo que se refiere a la preparación de la pasta, y esa particularidad afecta a la mayoría de aquellas; más al Oeste, en Ia zona estudiada por nosotros, la analogía del material disminuye en esa dirección hasta desaparecer completamente en cuanto a la llamada alfarería gruesa, pero se conserva aun en las urnas con apéndices cónicos. Debe exceptuarse de lo dicho la pieza figura 2 del trabajo citado que, aunque proceda de uno de los puntos más occidentales de la zona estudiada, conserva la manera primitiva de la preparación del material, pero en el yacimiento de Acosta es el único representante de esta clase de alfarería, porque allí no se ha encontrado ni fragmentos de otras piezas de este tipo; por lo tanto, debe considerársela importada, quizás por recién inmigrados. Las urnas no cambian la manera original de preparar la pasta, con muy raras excepciones, pero en ellas se ha asimilado la forma que sus productores encontraron entre los pobladores de las regiones que cruzaron, o donde se establecieron por un tiempo más o menos largo. La evolución en la decoración, aunque rara vez existe, es todavía más significativa. En el Este de la provincia, en la zona más cercana al río Paraná, aparecen todavía los agujeros laterales y cuspidales, los apéndices zoomorfos y ornitomorfos de la alfarería gruesa del Litoral; pero ninguna de las características señaladas se encuentra en la alfarería gruesa de la zona estudiada, donde han desaparecido los apéndices con representaciones del reino animal, transformándose en simples asas agujereadas (figs. 1 y 3, op. cit.), como también los agujeros han sido suprimidos. La alfarería gruesa adquiere paulatinamente la forma de una campana a la que es aun mucho más difícil de asignar un empleo práctico como en el Litoral, donde podría considerarse de un significado totémico o ceremonioso, como dice Serrano en su publicación, Area de dispersión de las llamadas alfarerías gruesas del Territorio Argentino, pag. 181, opinión que comparten los hermanos Wagner (op, cit.) en lo que se refiere a este tipo, procedente del río Salado.

La decoración incisa de esta alfarería, consistente algunas veces en lineas continuas formando figuras geométricas, y otras veces en lineas aisladas formando estrías, abre nuevas perspectivas al intentar establecer sus afinidades. La ejecución del grabado difiere, a simple vista, de la alfarería incisa de Soria y de la Cuarteada, que, sin lugar a duda,

se orientaba hacia el Oeste, mientras ésta nos dirige netamente hacia el Este.

En el capítulo II. de la parte I. de este trabajo habíamos estudiado las diferentes técnicas de la decoración incisa, abonando nuestras afirmaciones con los gráficos correspondientes.La que siempre es geométrica lo que nos ha inducido a establecer subdivisiones a base de los instrumentos que, evidentemente, habían servido para su ejecución. En parte, se ha empleado una herramienta muy puntiaguda, probablemente una espina de una de tantas plantas espinosas que existen en la región; con aquella se ha trazado lineas cortas, más o menos paralelas, unidas en haces de diferente número de trazos (fragmentos de urnas procedentes de Beltrán); igual técnica se ha usado en la decoración incisa de los pucos de Soria y de La Cuarteada, pero los elementos han evolucionado y consisten en triángulos y rectángulos. En la alfarería gruesa aparece la misma técnica (fig. 5, on. cit.), como también otra en la que se nota el uso de un instrumento con punta roma; en estas piezas la decoración consiste en ángulos, unidos en continuidad, que forman lineas en zig-zag, (fig. 6, op. cit.). En la alfarería incisa cordobesa que Serrano publicó en su libro "Los Comechingones", pp. 152-158, aparecen los mismos elementos, trazos cortos y lineas enteras; además, en éstas últimas se distingue en el fondo del surco, de trecho en trecho, un punto más profundo, donde se ha dado mayor impulso a la herramienta utilizada. Esta misma técnica encontramos en el Uruguay, publicada por Carlos A.De Freitas, y que este autor llama "punzonadas", término que viene muy bien al caso, y agrega "para expresar el movimiento rítmico y maquinal del punzón".

El mismo autor, en colaboración con el arquitecto Geranio, publicó una hermosa pieza entera del río Negro, procedente de un lugar a sesenta Kilómetros aguas arriba de la desembocadura del citado río en el río Uruguay, que ostenta la misma técnica de decoración. Las piezas, antes mencionadas, procedían de la misma desembocadura del citado río, de un lugar llamado "La Blanqueada", departamento Soriano. Piezas con idéntica técnica de decoración Serrano encontró en Las Tejas, provincia de Santa Fé, entre los pobladores de la costa del Paraná, como también en el Este y Nordeste de Córdoba, ver Serrano, Los Comechingones; nosotros la hemos encontrado también en Santiago del Estero.

Los puntos señalados fijan provisoriamente los límites del área de dispersión de esta técnica. De los datos históricos se desprende que el Uruguay, en los primeros tiempos de la conquista, ha estado poblado por los Charrúas; en la costa del Paraná, entre otras parcialidades, podemos mencionar a los Querandíes, a los Chaná-Timbues, a los Chaná-Mbeguas, a lo, Mocoretá, a los Quiloazas y a otras. Las tribus nombradas, consideradas a base de sus modalidades, pertenecen al grupo étnico "Guaycurú", según la clasificación de Roberto R. Schuller. Consideradas antropológicamente, se-gún Eickstedt e Imbelloni, forman parte de la raza "pámpida", denominación que les ha dado el primero. Esta raza y los representantes de ella, el grupo Guaycurú, se ha introducido como una cuña, a lo largo del Paraná y del paraguay, entre la raza "ándida" y la "brasílida".

La coincicente preparación de la pasta de la alfarería gruesa y de las urnas con apéndices cónicos, señala evidentemente un parentesco, y eso con más razón, ya que difiere en absoluto del material del resto de la alfarería santiagueña. Consideramos que se puede admitir un origen común.

En la alfarería gruesa se ha producido en mayor escala una aculturación de técnicas y elementos decorativos locales, mientras en las urnas, usadas como funerarias, se observa una forma ovoidal, extraña al ambiente, que

bien puede representar el tipo original, mientras las demás piezas de esta clase adoptaron la forma subglobular o globular de las urnas santiagueñas. Con excepción del puco-tapa, de una estas urnas (figs. 56 y 56 bis del Cuadro Sinóptico de Formas, que corresponde a la urna figura 55), no hemos encontrado ninguna pieza chica o de uso doméstico de la que podríamos decir, con absoluta certeza, que pertenezca a este tipo de alfarería; en el yacimiento de Beltrán hallamos un puco (fig. 103 del C.S.F.) que, quizás, tenga el mismo origen. El hecho de que urnas funerarias y piezas especiales de un determinado tipo aparecen aislados en ciertos lugares, no es un caso único, porque sucede igualmente en otras partes, como veremos en el capítulo siguiente.

El área de dispersión de las alfarerías gruesas coincide en Santiago del Estero con él de las urnas con apéndices cónicos, quiere decir, que se extiende, por lo que sabemos hasta ahora, desde el Chaco hasta el río Dulce, en el Este y en el Centro de la provincia, para seguir el curso del citado río hasta el yacimiento de Quiroga. No se conoce si sucede lo mismo en el Salado lo que, por otra parte, sería difícil establecer, dada la inestabilidad del cauce de este río cuyo lecho movible abarca en su curso

medio una franja de treinta a cincuenta Kilómetros de ancho, por lo que destruye en sus mutaciones los rastros de poblaciones antiguas que podrían haber existido en esa zona. Sea como sea, por el Dulce o por el Salado, es innegable que los productores de estas urnas con apéndices cónicos han llegado hasta las estribaciones orientales de la cordillera, porque vuelven a aparecer en la zona andina, cerca del valle calchaquí.

Esta afirmación está documentada con las piezas que existen en el Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires, donde, gracias a la gentileza de su Director, el profesor Francisco de Aparicio, tuvimos oportunidad de examinarlas. En efecto, el Museo Etnográfico realizó su primera expedición a las valles andinas en el año 1905, a un lugar llamado "Pampa Grande", provincia de Salta, bajo las órdenes de su entonces Director, el señor Juan B. Ambrosetti. Este autor publicó el resultado de estas investigaciones el año siguiente en la Revista de la Universidad de Buenos Aires, 1906, tomoV., Publicaciones de la Sección Antropológica, Nº 1, bajo el título "Exploraciones arqueológicas en la Pampa Grande". Entre el abundante material, extraído en esa oportunidad, Ambrosetti encontró urnas que se pueden comparar con las nuestras, de apéndices cónicos. La primera que inserta, está representada en la figura 25, página 35, a cuyo respecto dice: "....es de tipo ovoidal, munida de dos asas arqueadas para arriba y destacadas sin unirse a las paredes su objeto ha sido más bien de adorno que de utilidad, pues tomada de allí no se podría mover la urna. Su factura es tosca, pero, en cambio, se halla bastante bien cocida, y por eso tiene un color ladrillo claro". Las características señaladas por Ambrosetti coinciden con las indicadas por nosotros para las urnas de Santiago, y comparando las formas reproducidas en el Cuadro Sinóptico, se encuentra que algunas poseen o se acercan a la forma ovoidal, mientras otras han evolucionado ya hacia la forma subglobular, típica en la alfarería santiagueña. La figura 47, página 56 de la obre, de Ambrosetti, reproduce otra urna de este tipo, también de construcción tosca, pero de forma globular. La urna, fígura 64, -página 66, merece un comentario aparte, por cuanto es la única que posee una decoración en relieve, tal como la señalamos para la Nº 53 del Cuadro Sinóptico de Formas, procedente del yacimiento de Vilmer Norte, y respecto a la cual Ambrosetti dice: "....ornato de puntos en relieve alrededor del gollete, lo que debió haber sido frecuente aquí". La forma subglobular está representada por las fígu-

ras 63, página 65; 94, página 93 y 99, página 95, las que aumentan el número de estas piezas características.

Comparando además las "asas falsas y adornos quebrados" de urnas funerarias que Ambrosetti publica en la página 125, figuras 7-13, con las reproducidas por los hermanos Wagner en el I Tomo de la Civilización Chaco-Santiagueña, Lámina XXXII, figuras 1-5, no nos parece aventurado deducir que ambas alfarerías tengan el mismo origen, quiere decir, que sus productores hayan pertenecido al mismo grupo cultural y que, probablemente hayan tenido el mismo origen étnico.

En el primer momento, el área de dispersión de las urnas con apéndices cónicos parecía circunscribirse a la provincia de Santiago del Estero, con un escalón en pampa Grande, provincia de Salta, en el Noroeste Argentino. En el año 1940, el profesor Dr. Max Schmidt, actual titular de la cátedra de Etnología y Arqueología de la Universidad Nacional del Paraguay, publicó un ejemplar entero, procedente de las cercanías del puerto de Descalvados, margen izquierda del río Paraguay, Estado de Matto Grosso en el Brasil, que tiene el mismo aspecto de las urnas de Santiago. En el año 1943, el señor Carlos A. De Freitas publicó fragmentos de grandes urnas y apéndices quebrados, procedentes de "La Blanqueada", desembocadura del Río Negro en el Uruguay, República Oriental del Uruguay, que por sus características deben haber pertenecido a esta clase de alfarería. Omitimos, por ahora, considerar afinidades extraterritoriales que señalan algunos autores.

■ El profesor Max Schmidt publicó su trabajo en la Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, tomo V., Nº 1, Agosto 15 de 1940, donde presenta la urna mencionada en la figura 55, a la que corresponde la reproducción que señalamos, y la que, fuera de duda, pertenece a este tipo de alfarería. Schmidt no hace ningún comentario especial con respecto a esta urna, seguramente por no haber tenido a mano material de comparación pero dá las medidas exactas de la misma, que transcribimos: "Altura 56 centímetros, diámetro máximo 65 centímetros, boca 28 centímetros, espesor al borde superior 10 milímetros, color amarillo-rojo". Estas medidas acusan las proporciones características de las urnas santiagueñas; el cuello difiere de la forma conocida, porque se inclina hacia adentro lo que le acerca a las formas típicas de las urnas guaraní, por cierto muy explicable, por cuanto el lugar de procedencia se encuentra en el epicentro de esa cultura.

El señor Carlos A. De Freitas publicó el resultado de las excavaciones efectuadas en La Blanqueada (departamento de Soriano, República Oriental del Uruguay, en la Revista Histórica, año XXXVI, (segunda época), tomo XIII, Montevideo, 1942, Números 38 y 39. Si bien es cierto que el señor Freitas no ha tenido la suerte de encontrar una urna entera con los apéndices "in situ", también es cierto que encontró fragmentos de grandes urnas y, en abundancia, apéndices quebrados, como, por ejemplo, que re produce en la figura 25, página 45, Nº 8860, cuya forma no deja lugar a duda respecto a su similitud con los de Santiago del Estero. En la misma figura presenta dos trozos de apéndices zoomorfos, Números 9116-9117 y 88 que, por su aspecto, pueden haber pertenecido a piezas de la llamada alfarería gruesa. Respecto a los apéndices cónicos dice en la página 55, op.cit., que "estas asas evidentemente han pertenecido a vasijas de gran tamaño".

Estas urnas parecen haber sido destinadas exclusivamente para el empleo como funerarias, porque, donde han aparecido, siempre han servido para el depósito de restos humanos, sean de adultos o de párvulos, por el sistema del entierro secundario. Con excepción de un sólo caso, urna figura 55 y puco 56 y 56bis del Cuadro Sinóptico de Formas, no podemos asegurar el tipo de las tapas de estas urnas, pero en éste había sido fabricada con la misma pasta de la urna, lo que muy rara vez sucede en Santiago del Estero, donde el puco-tapa es generalmente de distinta factura y decoración.

Lo expuesto hasta ahora en la primera parte de este capítulo permite fijar el área de dispersión de este tipo de alfarería en la forma siguiente:

I.- Santiago del Estero.

Todo el curso del río Dulce, la parte media del río Salado y el Sudeste del Chaco Santiagueño;

II.-Salta.

Pampa Grande.

III.- Santa Fé.

Margen derecha del Paraná;

IV.- Entre Rios.

Victoria;

V.- Extraterritoriales.

A.- República Oriental del Uruguay

B.- Matto Grosso (Brasil).

Es indudable que la mayoría de las piezas de este tipo da alfarería que se conoce hasta ahora, han aparecido en Santiago del Estero, seguramente por haber sido mejor investigado. Con los yacimientos del Uruguay podría establecerse, quizás, un nexo al través del Paraná, tanto siguiendo el curso del mismo como atravesando el sud de la provincia de Entre Rios, y a base de la llamada alfarería gruesa. El enlace de lo descubierto en Santiago con los hallazgos de pampa Grande, tampoco ofrece mayores dificultades. Quedaría por ver como es posible que se haya encontrado una urna de este tipo en un punto tan distante como Descalvados en Matto grosso. Según la especificación

de Schuller, se habían extendido parcialidades del grupo Guaycurú hacia el Norte sobre la margen derecha del río Paraguay lo que parece posible en vista de este documento arqueológico, como tampoco sería difícil que hayan llegado a la otra orilla. Eso podría ser la explicación de este hallazgo.

Parece indiscutible que los portadores de esta alfarería encontraron una densa población cuando llegaron a Santiago del Estero. La excavación del túmulo 57 del yacimiento de Vilmer Norte prueba en primer lugar dos detalles de importancia: que, cuando llegaron los productores de este alfarería a Santiago, ya existían los túmulos y que estaban habitados. Entre las urnas funerarias que aparecieron en el túmulo 57, había tres que pertenecen a este tipo de alfarería; dos de ellas se hallaron en la base de la periferia, a un nivel algo superior a las demás depositadas en el mismo estrato, la tercera estaba colocada netamente en el talud. La mayoría de las urnas funerarias de esta clase que hemos encontrado en los diferentes túmulos del yacimiento de Vilmer Norte, estaban ubicadas en los taludes. Agregando las experiencias recogidas en los yacimientos de Beltrán,Bajadita y Quiroga llegamos a la conclusión que los productores de esta alfarería, de ninguna manera, pueden haber sido los primeros habitantes de la tierra santiagueña.

La documentación arqueológica que hemos presentado en este capítulo y que se refiere a un tipo de alfarería, visiblemente extraño dentro del conjunto santiagueño, encuentra afinidades entre los pobladores del Paraná extendiéndose éstas hasta la R.O. del Uruguay. La aparición de la urna aislada de Descalvados, tan similar a esta alfarería típica de Santiago del Estero, da valor a la opinión de Schuller, aunque solamente investigaciones arqueológicas posteriores en la margen derecha del Paraguay y del Paraná podrían confirmarlo definitivamente. En seguida estudiaremos los datos que

nos suministran las fuentes históricas que, de manera bastante apreciable refuerzan nuestras conclusiones respecto a la procedencia de esta alfarería.

Sebastian Caboto fué el primer navegante quien, durante los años 1526-1528, había remontado el río Paraná, Los pormenores de este viaje, fuera de las revelaciones que surgieron en el proceso que se le instauró a su vuelta a España, agradecemos a uno de sus acompañantes, de nombre Luis Ramírez, quien los sintetizó en una carta fechada el 10 de Julio de 1528. Del texto de la misma, publicada por Eduardo Madero en su "Historia del puerto de Buenos Aires", páginas 380-411, Buenos Aires, 1892, entresacamos las siguientes palabras: "....Estos nos dieron mucha relación de la sierras y del rey blanco....y de otras generaciones extrañas a nuestra natura.... Estos nos dixeron que de la otra parte de la sierra confinaba la mar y según dezían crecía y menguaba mucho y muy súpito y según la relación que dan el señor capitán general piensa ques la mar del sur....". No se puede dudar que los indios que daban esta relación, se referían a la cordillera y al "mar del Sud", el océano pacífico. El citado autor llama "quirandis" a los indios que le han proporcionado estas noticias.

Enrique de Gandía, en su publicación "Problemas Indígenas Americanas", colección Buen Aire, editores Emecé, Buenos Aires, 1944, hace un estudio comparativo, conciso y claro, de los informes de los distintos viajeros y conquistadores que se refieren a "lo que han visto", como también de los respectivos cronistas que, en su mayoría, si bien en época inmediatamente posterior, solamente habían recopilado lo expresado por aquellos. Todos enumeran los nombres de las tribus indígenas que poblaban en el momento de la conquista las margenes del estuario del río de la Plata y de la cuenca del Paraná. Aunque difiere muchas veces la grafía de estos nombres, no existen mayores dificultades para homologarlos. Las conclusiones a que arriba Gandía, no dejan lugar a duda sobre la ubicación de las distintas tribus. En la margen izquierda del estuario del río de la plata estaban los Charrúas de los que sabemos que más adelante se extendieron hasta la provincia de Entre Rios, cruzando el río Uruguay. En la margen derecha ambulaban los Querandíes, respecto a los cuales Paul Groussac demostró en su estudio de la "Expedición de Mendoza", Anales de la Biblioteca, VIII, pp. CXXXVI-CXXXIX, que no habitaban de un modo sedentario los alrededores de Buenos Aires, sinó que residían más al Norte de los guaraníes de las islas, en las proximi-dades de la fortaleza de Caboto, actual territorio de la provincia de Santa Fé. Esta opinión de Groussac, a la que Gandía no se opone, y que nosotros considéramos muy acertada, está en cierta contradicción con el calificativo de "nómades" que les han dado los primeros informantes. En efecto los "quirandis" de Ramírez que indudablemente son los mismos que Schmiede llama "carendys", y otros les dan nombres parecidos, han sido nómades en concepto de ellos; pero si aceptamos lo expresado por Groussac que han tenido un "habitat" principal, no podemos admitir este epíteto que califica a pueblos errantes que carecen de él, y que rara vez vuelven al mismo lugar lo que no parece ocurrir con los indígenas en cuestión. En nuestro caso trataríase simplemente de correrías o invasiones en busca de alimentos o en procura de nuevos horizontes, aunque hayan alcanzado grandes distancías.

Felix E. Outes, en su obra "Los Querandíes", considera este nombre "colectivo" (Buenos Aires, 1897, página 23), dado a varios pueblos de la misma raza, y Gandía (op. cit., páginas 16-17) dice: "Hay una gran semejanza de cultura entre los Querandíes y los Charrúas. Unos y otros eran pescadores; usaban flechas y boleadoras y conocían el empleo de la red. Estos hechos harían pensar que los Charrúas eran de origen querandí, pampeano o araucano; pero sería prematuro hacer afirmaciones definitivas, pues los Charrúas tenían una fuerte influencia guaraní. No olvidemos que también eran canoeros, que llevaban adornos en la nariz, que usaban "porras" y "macanas" y saludaban - como los Tupi-Guaraní - a los extranjeros con lágrimas. No practicaban la antropofagia e ignoraban otras costumbres de la cultura tupi-guaraní".

Las observaciones de Gandía, en cuanto se refieren a la semejanza de la economía y el armamento de los Charrúas y de los Querandíes, reflejan indiscutiblemente una realidad en la que coinciden todos los autores. La diferencia entre ambos pueblos consistiría en que los Charrúas eran además canoeros, que usaben "porras" y "macanas" y saludaban a los extranjeros con lágrimas; Gandía atribuye eso a influencias guaraní. Puede ser que sea así, aunque el saludo con lágrimas existía en muchas partes de América, en lugares muy distantes, entre los cuales jamás puede haber habido contacto de ninguna clase. El adorno en la nariz que acostumbraban llevar los Charrúas, este autor adjudica al mismo origen; pero tienen que haber sido necesariamente los Tupi-Guaraní que han transmitido esta costumbre a los Charrúas? Hay otros pueblos, al Oeste de ellos, que también usaban el adorno en la nariz,

como los Chaná-Mbeguá .Y los Chaná-Timbuee, los que además habían evolucionado en su economía por cuanto sembraban "abatí y calabazas y habas", como dice Luis Ramírez. El nombre Chaná es harto sugestivo e induce fácilmente a pensar en los Chanaes del Pilcomayo los que son, como es sabido, de origen arauaco, quiere decir, de procedencia amazónica. No habrá que buscar la influencia más bien por este lado, ya que los pueblos del Plata y del Paraná no han practicado la antropofagia y otras costumbres, como dice Gandía, que son particulares de los Tupi-Guaraní, y que no han sido aplicados poco para los pueblos Chaná?

En la primera parte de las palabras transcriptas, Gandía expresa: "Estos hechos harían pensar que los Charrúas eran de origen querandí, pampeano o araucano". Considerando la denominación "Querandíes" como nombre colectivo en el sentido que le da Outes, estamos de acuerdo, pero no creemos que los Charrúas sean un desprendimiento de los Querandíes, mas probable parece que tengan el mismo origen étnico. También habla de una posible procedencia pampeana o araucana. El primer término viene de la denominación "pampas" que los españoles, mucho más tarde, aplicaron a los indios de las llanuras, en contraposición a los indios de las sierras; la palabra "pampa" pertenece al idioma quichua v significa pradera o "savanna" lo que presupone el conocimiento de esta lengua. No es nada difícil que los pueblos oue la conquista encontró en las orillas del Paraná y del río de la Plata, se hayan extendido en tiempos remotos por todas las llanuras del centro de la República Argentina, inclusive el actual territorio de la pampa, y que se hubieran visto obligados a retirarse hacia las llanuras de los grandes ríos cuyo ambiente concordaba mejor con su vida acostumbrada que él de las sierras colindantes al Norte. Es probable que este retiro no haya sido del todo voluntario, sinó producido

bajo la presión de los pueblos del Oeste y del Suroeste que bajaban de las sierras,(de la cordillera). Estos han pertenecido a otro grupo étnico al que los españoles dieron el nombre colectivo de "araucanos" los que invadieron la parte baja, inclusive la actual provincia de Buenos Aires, acosando a los pobladores europeos con sus malones sangrientos, hasta que la campaña al Desierto, en el año 1880, les obligó a retirarse hacia el Sudoeste, la cordillera de los Andes, de donde habían procedido. No nos parece posible pensar en la eventualidad de un origen araucano de los Querandíes, respecto a los cuales coinciden todas las referencias históricas que han sido enemigos mortales de los indios de la sierra. El término "arauca-

no", según nuestro amigo, el señor Carlos Abregú Virreira, comunicación verbal,pertenece al idioma aymara y significa "hombre de guerra" u "hombre alzado", y los españoles lo han dado a los hombres que con tanto valor combatieron a Valdivia y sus sucesores en la conquista ce Chile. Según la misma fuente tiene igual significado el nombre "diaguita" o "tiaguita" que consideramos sinónimo de "yuguita", lo que es interesante para nuestro estudio.

De lo expuesto resulta que no encontramos ninguna razón seria que se oponga al posible origen común de la mayoría de los pueblos que habitaban la cuenca del Paraná y las orillas del estuario del río de la Plata; las diferencias que anotamos, más bien son locales, debido a la influencia de la inmigración de pueblos más adelantados, probablemente del Noroeste, que han llegado a determinados puntos. Outes ha creado para estos pueblos el nombre colectivo de Querandíes, aunque nos seduce más la denominación dada por Schuller quien los llama "Guaycurúes del Sud", de los cuales los Querandíes serían una parcialidad. Enrique de Gandía en la nota Nº1 al pie de la página ,54, op. cit., dice;"... .hay fuertes suposiciones que los indios posteriormente llamados "pampas" fueron sobrevivientes de los primitivos "Querandíes". Así lo afirma el P. Pedro Lozano en su Historia de la Conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán (edición del Dr. Andrés Lamas, Buenos Aires, 1874): "La nación de los Querandíes fué célebre al tiempo de la conquista por su valor, por su número y por su barbaridad. Hoy, con el nombre de pampas, se conserva igualmente bárbara, pero menos numerosa. Viven en la Gobernación del río de la Plata, y algunas parcialidades en la de Tucumán ....". Este dato histórico es muy significativo para nuestro estudio, por cuanto estaría de conformidad con la documentación arqueológica.

Lo expresado por Lozano establece que en la Gobernación de Tucumán lo que incluye la actual provincia de Santiago del Estero, han habitado parcialidades de los Querandíes, lo que está de acuerdo con los datos que Luis Ramírez consigna en su conocida carta; los informes suministrados por esos indígenas no dejan lugar a duda que los Querandíes conocían el camino a la cordillera, que sabían del rey blanco (el inca) y de la sierra de la plata (Potosí). Vice-versa, los indígenas de Santiago del Estero, comprendidos los pobladores de la costa del río Dulce, no ignoraban el camino al Paraná, ya que Francisco de Mendoza, en su expedición al Este, se hizo

guiar por un muchacho indio a otra provincia que "era de mucha comida y de muy buena gente". (Diego Fernandez, Primera parte de la Historia del Perú, tomo II, Madrid, 1914).

Serrano, en su libro "Los Comechingones", página 41, deduce, según la información de Pedro González de Prado, que se trata de la provincia de Ansenusa y de los timbues cuyo cacique principal se llamaba Corunda. No tenemos a nuestro alcance la información de Pedro González de Prado, pero nada se opone a lo manifestado por él, según la cita de Serrano, porque coincide con lo dicho por Ramírez (1528) que los Chaná-Timbues se encontraban en las proximidades de la fortaleza de Caboto; los Querandíes rondaban la fortaleza de Corpus Christi y eran nómades, lo que, por otra parta, atestiguan Sebastian Caboto (1528) y Pedro de Mendoza (1536). Ambos Jefes nos transmiten de los Querandíes el conocimiento del rey blanco y del camino a la sierra. Francisco de Mendoza, años más tarde, llegó al Paraná a la altura de la fortaleza de Caboto, y su expedición llevó al Perú el conocimiento de esta región.

De lo expuesto resulta que podemos dar por comprobado que los Querandíes han conocido el camino del Noroeste, a la cordillera; Lozano ubica parcialidades de ellos en la Gobernación de Tucumán, lo que hace verosímil que la documentación arqueológica que hoy encontramos en Santiago del Estero, pertenezca a ellos, y que sus avances se hayan extendido más al Norte hasta la Pampa Grande en la provincia de Salta. Sin embargo, a nosotros parece difícil que hayan seguido adelante el camino de la alta montaña, por cuanto, en su carácter de gente del llano, hubieran necesitado bastante tiempo para aclimatarse. Esa misma modalidad se observa también en los pueblos de la alta montaña, en cuyas migraciones se nota siempre cierta repugnancia a radicarse en el llano, ambiente tan extraño para su tradicional modo de vivir.

Es muy posible que no hayan sido solamente los Querandíes que han penetrado en Santiago del Estero, sino deben haberlo hecho también tribus que

moraban más al Norte de los nombrados, y cuyas afinidades se encuentra, con mayor frecuencia en el Salado y en el Chaco Santiagueño. Así se ha formado

una base ancha de una cultura procedente del Paraná, de la cual salen puntas de lanza hacia el Oeste.

Para la denominación colectiva de estos pueblos nos inclinamos a adoptar el nombre, dado por Schuller, "Guaycurúes del Sud".