Abrigo, una piel para habitar : el espacio de interacción con el medio, con los otros y con nosotros mismos, un proyecto de espesor variable
Abstract
Desde que el ser humano empezó a organizarse en sociedad y a crear núcleos de personas que conviven juntos en un mismo espacio territorial, la condición del ambiente (entendido como la relación del hombre y la naturaleza y, el hombre con los demás seres) se vio afectada. El consumismo, la extrema confianza en el funcionalismo y la explotación de recursos naturales, y del hombre mismo, hizo que muy pronto los humanos comenzaran a vivir en “peceras o cajas de zapatos” que, lejos de entender las relaciones de mediación entre pares dialécticos (universal-particular, individual-colectivo, aislamiento-disolución), expresan un alejamiento del rol de la arquitectura como un hecho técnico y social.
Robert Venturi, en “Complejidad y Contradicción” (1966), señala que las fuerzas que actúan sobre el límite interior-exterior crean las tensiones necesarias que ayudan a hacer arquitectura y que ese punto de encuentro y transición entre ambos territorios pasa a ser un hecho arquitectónico. Desde este punto de vista, los espesores entre el adentro y el afuera dejan de ser elementos independientes para transformarse en una unidad indisoluble. Solo mediante la regeneración de nosotros mismos, las comunidades y el planeta pueden alcanzar un hábitat armónico.
De esta reflexión deviene el título de la tesis: “Abrigo, una piel para habitar”. A partir de la comprensión de estos tres conceptos (abrigo, piel, habitar) se reflexionará sobre las condiciones de una arquitectura pensada desde sus bordes: el espacio de interacción con el medio, con los otros y con nosotros mismos, un proyecto de espesor variable.
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